La pandemia, entre otros reveses y retos, vino a replantear nuestra relación con el mundo del trabajo. La naturaleza de nuestras actividades laborales cambió, dejamos de transportarnos de la casa al trabajo, de tener conversaciones informales, de darnos una palmada en el hombro, de reunirnos cara a cara donde podíamos compartir de primera mano nuestras preocupaciones, satisfacciones o enojos.
Para algunos esto significó un aumento en la productividad y mayor tiempo para actividades personales o familiares. Sin embargo, para otros, también el inicio de una pandemia de burnout o agotamiento crónico, facilitado por la desaparición de límites entre nuestra vida cotidiana y el trabajo.
Por eso desde Findasense lanzamos una campaña de concientización interna, para iniciar una conversación hacia este tema muy resistido en la sociedad en general y el mundo de las empresas en particular: la salud mental. Todos sabemos qué es el burnout, sin embargo pocos sabemos detectarlo, combatirlo, prevenirlo, pues muchas veces lo naturalizamos o asumimos como un modo normal de relacionarnos con nuestro trabajo.
Laura Di Prisco, Global Culture & People Experience Lead y Dulce Maldonado, Culture Strategy Lead, se conectan desde España y México respectivamente para analizar juntos los impactos y consecuencias que puede generar el burnout en una organización, por qué debería ser una prioridad desde un enfoque sistémico, y especialmente sobre el rol de los líderes para prevenirlo.
Entrevista completa en este audio:
Una cultura de la productividad (cantidad) nos ha hecho olvidar que somos seres humanos, comentaban en el documento que circulábamos por la compañía: ¿Cómo podemos definir o reconocer el límite entre productividad y trabajar más de la cuenta?
Laura. En los últimos tiempos, en la cultura del trabajo, solemos asociar la alta productividad, la rapidez de respuesta y la dedicación exclusiva como compromiso al trabajo, y solemos premiar estas actitudes con excelentes evaluaciones de performance y condiciones salariales. Sin embargo, no es una situación sostenible pensar que sólo si el trabajo es duro (y largo) las personas están siendo productivas, y menos si no cuentan con los recursos o el apoyo necesario por parte de sus líderes o la organización.
Es común que por esta creencia internalizada de que si trabajamos más y más duro, estaremos demostrando nuestro nivel de compromiso y asegurando alguna especie de éxito, caigamos en la tendencia de no poder rechazar ninguna solicitud de cliente o nuestros responsables y generando una cultura de servilismo y sacrificio.
Por ello, es importante alinear en el equipo qué es exactamente lo que valoramos como buen desempeño y productividad, orientar el trabajo a objetivos y no número de horas. Aclarar cuáles son las expectativas de cada rol, y la posibilidad de pedir ayuda.
Es así como el establecer objetivos y su alcance, será la clave para valorar si las personas están siendo realmente productivas o si están trabajando sin frutos. El tener claros los objetivos y las expectativas de cada rol es esencial para que un equipo pueda determinar hasta dónde llega cada persona, que valor está aportando y cómo en conjunto alcanzan los objetivos trazados sin descuidar su salud al asumir cargas desproporcionadas.
Equipos de alto rendimiento vs. Burnout. ¿Cómo un equipo puede establecer claros límites entre lo que es una sana exigencia para alcanzar objetivos y lograr un alto rendimiento y evitar caer en el exceso de demandas de trabajo que terminan generando agotamiento?
Dulce. Es importante entender que un equipo de alto rendimiento es un grupo de personas con roles específicos, talentos y habilidades complementarias, que están alineadas y comprometidas con un propósito común. Esto los ayuda a lograr altos niveles de colaboración e innovación, alcanzado resultados superiores a la media, ya que cuentan con procesos de apoyo que les permiten superar posibles barreras o conflictos para lograr los objetivos del equipo.
Con esto en mente, aunque se puedan establecer altas expectativas, objetivos ambiciosos y generar una cultura orientada hacia el logro de resultados, es importante que un equipo pueda establecer dinámicas que permitan generar confianza y seguridad psicológica entre las personas del equipo lo que favorece la comunicación fluida, visibilidad, establecer prioridades y conocer cómo aporta cada persona del equipo.
Todo esto nos permite respetar horarios y ritmos de trabajo, tener claridad de roles y responsabilidades, distribuir la carga de trabajo en el equipo, tener espacios de alineación, reconocimiento y apreciación, así como procesos de aprendizaje y mejora continua.
Finalmente, tener un alto nivel de exigencia sin que esto implique un perjuicio a la salud física o mental de las personas.
¿Podemos decir que el Burnout es como una gripe, por más que nos cuidemos en algún momento nos podemos contagiar, padecer sus síntomas? ¿Cómo puedo determinar que sufro de Burnout?
Laura. Las personas somos humanos antes que profesionales. Ser una estrella en el trabajo, ganar mucho dinero, o tener mucha pasión por nuestro trabajo no nos hace inmunes a los problemas de salud mental ni al burnout. El burnout también puede pasarnos a nosotros, si las circunstancias lo permiten. En este sentido si cabe la analogía que es como un virus que anda por allí y que si no tomamos ciertos cuidados y dinámicas de prevención puede afectarnos.
Incluso, corremos el riesgo de que personas normalmente comprometidas y productivas caigan en este estado y no puedan seguir aportando todo el valor a la organización, una situación que simplemente ninguna organización debería permitirse, y que se agrava si ocurre con una persona responsable de equipo, ya que el burnout de un líder podría extenderse a más niveles de la organización.
Además, es importante decir que cada persona puede experimentar el burnout de manera diferente, los síntomas asociados pueden también deberse a razones distintas. El burnout no se presenta de golpe, es un proceso progresivo que va agravándose, esto nos permite detectar sus primeros síntomas en etapas tempranas y tener mejores probabilidades de revertirlo. Entre esas primeras señales podemos encontrar que las personas empiezan a replantear su relación con el trabajo, ya que no cumple todas las expectativas por lo que empiezan a cuestionar el nivel de esfuerzo personal que depositan en él versus los beneficios emocionales que recibimos. Se comienzan a sentir cansadas y con sobrecarga.
¿Qué nos puede pasar si seguimos indefinidamente en un estado de agotamiento crónico relacionado al trabajo?
Dulce. Tal y como el nombre lo dice nos quemamos, fuera de esa interpretación tan literal, llegar a esos puntos de agotamiento críticos ya no solo es algo que afecte un área de nuestra vida y progresivamente va mermando nuestras relaciones.
Surge la despersonalización, fenómeno en el que aumenta y se mantiene la frustración, irritabilidad, desinterés y desesperanza de forma crónica. Nos distanciamos de lo laboral, nos endurecemos afectivamente como protección ante los sentimientos de baja realización y agotamiento.
Manifestamos sentimientos de fracaso, vacío, apatía y soledad, manteniendo actitudes negativas. Tenemos deseos de ocuparnos en otra cosa, por lo que nos planteamos cambios de ruta, pedir traslados o dejar el trabajo. Perdemos el propósito de por qué hacemos lo que hacemos, y la satisfacción que podemos encontrar en nuestro quehacer diario.
¿Cuáles son las acciones, o ese enfoque sistémico, que como organizaciones deberíamos implementar para evitarlo? ¿Cuál es el rol de los líderes, cuál es nuestra responsabilidad individual?
Laura. Es importante tener una orientación hacia la prevención, porque es una situación insostenible, tanto para las personas como para las organizaciones. Desde un punto de vista empresarial o de negocio, tener personas en estado de burnout implica importantes costos para la organización. Es más probable que las personas tomen una licencia por enfermedad o busquen otro trabajo, aumentando la tasa de rotación e introduciendo otros costos menos tangibles pero igual de importantes, como los relacionados con la contratación y los reemplazos, de capacitación, aumentando la carga de trabajo y emocional para el resto del equipo.
Por un lado, es importante que las organizaciones se puedan establecer y dar herramientas, que puedan generar estos espacios de conversación y acercamiento, una comunicación fluida con sus equipos. Por el otro, para quienes son líderes, es importante que sean capaces de reflexionar sobre el estilo de gestión, el comportamiento hacia los equipos y qué hacemos para apoyarlos activamente. Es posible que nos sorprenda descubrir que, a pesar de nuestras buenas intenciones, hayamos descuidado ayudar adecuadamente a las personas del equipo o descubrir que somos parte del problema por fomentar conductas que favorecen el burnout.
Ejemplos de estas conductas son: ¿Enviamos emails a altas horas de la noche o llamamos los fines de semana para hablar sobre el trabajo? ¿Rara vez rechazamos cuando el cliente o equipos intentan forzar sus proyectos por su cuenta? ¿Estamos recompensando el trabajo duro y las largas horas en lugar de centrarnos en los resultados obtenidos? ¿Tratamos a algunas personas del equipo de manera injusta sin tener empatía por su contexto? ¿Estamos tan enfocados en nuestro propio trabajo que no tienes tiempo para hablar o tomar tiempo para organizarnos y verificar que las expectativas están claras?
Desde la organización y los líderes se puede trabajar en esta conciencia y brindar herramientas para lidiar con los retos del día a día, convirtiéndose en facilitadores para que los equipos puedan trabajar en alcanzar los objetivos con ritmos sanos.
¿Qué podemos hacer como personas?
Dulce. Desde el punto de vista individual, como lo mencionamos antes, el burnout es algo que puede pasarle a cualquier persona y el ambiente en el que nos desenvolvemos influye, pero sin duda cada persona tiene la posibilidad de generar sus propias estrategias de cuidado.
Tal y como cuidamos de nuestro sistema inmune o salud física, el autocuidado es esa gran herramienta que tenemos a nuestro favor, básicamente es la capacidad que tenemos para promover nuestro estado de salud, nuestro bienestar emocional y con esto nuestra calidad de vida. El autocuidado es tan diverso como las personas que hay en el mundo, sin embargo hay puntos básicos que debemos considerar.
El sueño, nuestra alimentación, mover nuestro cuerpo, calmar nuestra mente y hablar de nuestras emociones, son pilares fundamentales de este autocuidado, para cada persona implica diferentes formas de alcanzar el bienestar en cada pilar pero no podemos perder de vista cada uno de ellos en la justa medida.
Hoy en día la gran ventaja que tenemos es que hablar de nuestra salud mental es algo que podemos hacer de forma abierta. Acercarnos a nuestra comunidad y hablarlo es el primer paso que siempre debemos tomar, el poder compartirlo con otras personas sin duda nos puede ayudar a mantener un diálogo que sea útil para nosotros mismos y para las personas que nos rodean.
Por último tenemos que recordar que aunque es un proceso que podemos reconocer de inicio como un camino individual, y que el trabajo que podemos hacer es sobre nosotros mismos, existen profesionales que pueden acompañarnos y ayudar a recobrar el equilibrio.