23/03/2020 -  3 minutos de lectura Por Findasense

El Covid 19 corre velozmente y nos pone a prueba. La tecnología, nuestra capacidad de adaptación y tener un propósito, son las principales herramientas para frenarlo.

Si lo vemos en perspectiva el brote y la crisis desatada está presentando una dura prueba para medir que tan digitalizadas están nuestras sociedades, pero sobre todo qué tan conectados y ligados estamos por un propósito. Estar digitalizados no significa estar conectados. La tecnología no nos conecta por sí misma, solo puede hacerlo por medio de una cultura y un propósito que nos impulse en un mismo sentido.

Cuando la tecnología permea en la cultura con un propósito suceden cosas como el app que Corea del Sur ha lanzado, que conecta a la gente obligada a quedarse en casa con las autoridades sanitarias para monitorizar su evolución, que también incluye localización por GPS para alertar si se rompe la cuarentena. En España e Italia tenemos la misma tecnología, pero ni la usamos ni somos propositivos.

Este ejemplo une nuestra capacidad de adaptación con la tecnología y un propósito, nuestra capacidad de asimilar la tecnología de manera rápida y efectiva, ponerla en funcionamiento para frenar la propagación del virus.

En el Colegio Estudiantes de Madrid, los estudiantes dejaron de ir a la escuela pero siguen tomando clases con Google Classroom y herramientas como Hangouts. No fue nada raro para ellos, ya viven una cultura de innovación en la aulas. Por eso se movieron rápido y se las ingeniaron para actuar ante el problema. Su propósito es la emoción de aprender, y está claro que lo llevan bien alto.

 

En Findasense tenemos activa, desde hace años, nuestra política de work from home, y  esto no es solo capacidad tecnológica (Estrictamente necesaria), sino sobre todo una cultura traccionada por un propósito. Nuestro propósito es relaciones que funcionan, y el Coronavirus la está poniendo a prueba, con el excelente resultado de que nuestra operación sigue con normalidad, sin un gran esfuerzo adicionalidad; ya estábamos preparados. 

Aquí la cultura juega un papel preponderante. La cultura de estar conectados, atentos y a disposición del otro. La cultura de la autogestión, la horizontalidad y la conexión han demostrado ser herramientas eficaces para luchar contra el contagio; organizaciones abiertas y capaces de moverse con agilidad ante este tipo de cambios son las primeras que han podido reaccionar con acciones como el teletrabajo. Esto es capacidad constante de adaptarnos.

Ciertamente, la pandemia activa nuestra capacidad adaptativa y nos hace pensar de manera diferente. Pero así deberíamos pensar siempre en un mundo tan cambiante y con tantos retos por delante. La directora ejecutiva del Instituto for the Future (IFTF), Marina Gorbis, argumenta en su ensayo «El futuro como una forma de vida», que la única manera de lidiar efectivamente con los eventos desde este tipo es con un «esfuerzo público masivo» de imaginar y hacer el futuro. Su conclusión es clave: «el pensamiento futuro es una habilidad esencial del siglo XXI: necesitamos cultivar ampliamente en todo lo que hacemos».

Hoy la tecnología nos permite el privilegiado acceso a una plataformas como Ending Pandemics, una organización que se dedica al descubrimiento temprano de brotes de enfermedades infecciosas. ¿Qué tan al tanto estamos de este tipo de acceso?. El Coronavirus nos da la posibilidad única de redescubrir que siempre hay una mejor manera de hacer las cosas. Nos enseñará mucha otras cosas.

El Coronavirus nos pone de cara nuestro miedo eterno a lo nuevo y desconocido. Mirar hacia adelante y replantearnos constantemente es una postura que todas la empresas y las personas debemos tomar, pues el futuro siempre será incierto.

Pero de nada sirve si no conectamos la información y la tecnología con una cultura abierta al cambio, con el propósito de frenar todo lo que sea un perjuicio. Si lo viéramos así constantemente, pocas posibilidades tendría un virus.