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17/05/2019 – 5 minutos de lectura
Por Tomy Lorsch
Hace poco estuvieron viviendo en Ananta, la casa que mi mujer y yo compramos en las montañas de Santa Cruz, California, tres increíbles artistas.
Camila Magrae, una venezolana de padre estadounidense que antes trabajaba en la industria de los videojuegos y que ahora es una artista e ingeniera de software experta en realidad virtual y realidad aumentada. Viktor Kastro, un mexicano que vino a vivir a California a los nueve años y que pasó de su trabajo de director de marketing en una empresa de Silicon Valley a transformarse en un artista multidimensional a tiempo completo.
Por último, Jon Gold, un británico que acaba de renunciar a su puesto como Research Scientist en inteligencia artificial en Airbnb, para dedicarse al arte usando deep learning.
Estos artistas fueron los finalistas de un proceso de selección de un total de cuarenta aplicantes. Fue un reto elegirlos, porque todos tenían muchísimo talento. Por suerte tuve el apoyo y la colaboración de personas que se sumaron al proyecto de la residencia sin ánimo de lucro, de dos organizaciones distintas. Una es Building180, una agencia de representación y gestión de artistas. La otra es el Instituto Californiano de Estudios Integrales (CIIS) .
El llamado a los artistas se hizo con la pregunta “¿Qué pasa cuando un cyborg toma ayahuasca?”.
A la luz de que la residencia buscaba explorar la intersección del arte, la tecnología y la conciencia, decidimos buscar artistas que tuviesen interés en responder preguntas relacionadas con los orígenes de la creatividad humana:
¿Cómo pueden los artistas echar luz sobre la forma en que se construyen las máquinas desde la sensibilidad estética y moral?. ¿Cómo podría la innovación tecnológica ser dirigida hacia el florecimiento de formas de vida humanas y artificiales?.¿Cómo podría la reintegración de la naturaleza y la conciencia informar al enfoque creativo?.
Para responder a estas preguntas, la residencia de seis semanas comienza con un panel de oradores espectaculares. Entre ellos, el científico Bruce Damer, coautor de una nueva teoría sobre el origen de la vida en la Tierra y colaborador para la NASA en su misión de descubrir dónde buscar vida en Marte. Tras tres semana de duro trabajo, los artistas tuvieron que presentar sus proyectos a un panel de críticos de arte.
Además, contamos con la participación de un ingeniero de Google que trabaja en temas de ética en inteligencia artificial, una novelista y profesora de CIIS y la Chief Machine Learning Scientist de una organización que crea software de inteligencia artificial en formato open source.
El panel tuvo la función de inspirar a los artistas con una discusión que trató una variedad de temas, entre ellos la diferencia entre la inteligencia biológica e artificial y el problema de cómo desarrollar IA con principios éticos humanos.
Jon Gold, presentó unas imágenes hechas con programación de redes neuronales, que producen una visualización de un algoritmo de reconocimiento de imágenes que se asemeja mucho a una visión psicodélica. En sus palabras, es como si cada neurona estuviera alucinando. Su intención era presentar estas imágenes en un canvas enorme o aplicarlo como textura a diferentes objetos.
Camila Magrane presentó una escultura formada por dos cajas rectangulares, una arriba de la otra. En la de arriba se ve una pantalla que muestra a un ser digital con cara femenina y en la de abajo vemos una planta.
Este cyborg, mitad digital, mitad biológico, es una representación de nuestra adicción a las redes sociales. Osma.ai, es el nombre del ser que tiene su propia cuenta en Instagram y que depende de las interacciones en dicha red para mantener su humor. Dependiendo de los likes y seguidores que recibe, Osma alimenta a la planta con luz y agua.
Finalmente, Viktor Kastro presentó un altar interactivo, en sus palabras, un “pinball para tu alma”. Esta intrincada estructura creada con madera y con diseños que se asemejan a Gaudí y una ciudad gótica, fue producida enteramente con una máquina láser que corta según los dibujos que Viktor hace.
Es difícil describir esta obra de arte sin verla, pero básicamente es un altar para meditar y rezar que responde a palabras ya incorporadas a un asistente inteligente tipo Alexa, pero que no se conecta a internet, por lo que no tienes que preocuparte por tu privacidad.
Convivir con estos tres artistas y la experiencia de verles crear ha sido una de las vivencias más enriquecedoras de mi vida. Pero, sobre todo, la satisfacción viene de que el proyecto se ha hecho en el marco de una economía del regalo, tiempo y espacio para compartir y explorar la creatividad, que tiene mucho que decirnos sobre el futuro.